La música, una de las más profundas, sublimes y bellas manifestaciones artísticas y culturales desarrolladas por la humanidad, en la que se ponen de manifiesto los sentimientos y pensamientos tanto del compositor como del intérprete, que posteriormente son transmitidos a un receptor, y dependiendo de las vivencias que hayan forjado la existencia de este último así como los componentes que le hayan sido legados a través de la herencia, percibirá de una manera particular cada sonido y melodía de ese hermoso mensaje musical, que ha resultado ser un importante aliado en los tratamientos terapéuticos ya sea contribuyendo a la recuperación de la salud o previniendo la enfermedad, en lo que se ha designado como Musicoterapia.
En la actualidad la musicoterapia ha contribuido significativamente a la recuperación fisiológica y psicológica de personas con diversos trastornos tales como las limitaciones cognitivas, trastornos de espectro autista, depresión clínica, neurosis, esquizofrenia, etc., pero cabe señalar que el implemento de la música con fines terapéuticos es tan antiguo como la misma música, y sus más remotos inicios se dan por el deseo del hombre de acercarse y poder entender el infinito que le rodea y las fuerzas que rigen aquel basto e ignoto mundo que se ciñe poderoso ante su humilde figura. No resulta difícil pues, visualizar al hombre primitivo maravillado y admirado por los imponentes sonidos de una tormenta eléctrica, complacido y sosegado al escuchar el suave murmullo de un riachuelo o terriblemente perturbado al percibir el feroz rugido de una enorme bestia.
Posteriormente, y con el convencimiento de que tales sonidos tenían un origen divino, el hombre primitivo intentó desplazar y reproducir dichos fenómenos sonoros al entender que las voces de los espíritus y del infinito pueden ser oídas a través de las flautas, los tambores, la percusión de las rocas o del propio cuerpo, etc., además de utilizar esa novedoso sistema de producción musical para descubrir el sonido o canción específica del que se encontraba enfermo o del espíritu que le causaba la afección para tratar de establecer nuevamente su estado de salud.
Vemos pues como el músico, el sacerdote y el médico eran uno desde el inicio de los tiempos.
La primera referencia escrita en la cual se alude al efecto curativo de la música sobre el cuerpo humano son unos papiros médicos de origen egipcio, descubiertos en 1899 en la ciudad de Kahum por Petrie que datan del año 1550 antes de Cristo, en los que se manifiesta la creencia del poder encantador de la música y su efecto favorable sobre la fertilidad femenina.
Cabe señalar que los egipcios creían que el dios Thot creó el mundo no con la fuerza ni la acción, sino con su voz, y que la concepción filosófica que del origen del cosmos tenían los pueblos persas e hindúes se basa en la creencia de que el principio fue la sustancia acústica.
Otro de los primeros y más famosos relatos sobre el efecto curativo de la música se consigna en La biblia (I, Samuel 16:23) en la que se puede leer que “cuando el espíritu malo de parte de Dios era sobre Saúl, David tomaba el arpa y tañía con su mano; y Saúl tenía refrigerio, y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él”. Este versículo nos relata una de las primeras sesiones de musicoterapia.
Esta primera etapa del surgimiento e implementación de la musicoterapia, determinada por un fuerte carácter Mágico-religioso, culmina el carácter precientífico que la cultura griega desarrolla con la música, la cual, se enmarca en una situación clínica controlada mediante la observación.
Encontramos pues, que Platón recomendaba la música y las danzas para superar los terrores y las fobias señalando en su obra “La república” la importancia de la educación musical de los jóvenes; mientras que Aristóteles fue el primero en señalar que la música y el ser humano guardan una estrecha relación y que por lo tanto la primera puede suponer ser de gran influencia no sólo en los estados de ánimo del hombre sino también en su carácter.
En este sentido vale la pena hacer mención del gran aporte de los griegos a la música universal al distinguir diversos tonos musicales en función de su valor ético, filosófico, emocional, sensitivo y educativo. Así pues encontramos el modo Dórico, señalado como “severo”; el modo Lidio, reconocido como “suave y triste”; y así como el Frigio, distinguido como “inquieto, solícito y activo”. En la actualidad estos modos tienen su mayor relevancia en la música que exige gran habilidad de improvisación como lo es el Jazz, ya que en nuestro sistema musical convencional tales modos se derivaron finalmente en las tonalidades mayores y menores.
Con el transcurrir de los siglos el interés por la influencia de la música sobre el ser humano se mantuvo tal y como lo demuestran los aportes realizados en 1482, año en el que aparece la música práctica del español Ramos de Pareja, quien distinguió cuatro tonos fundamentales asociados a cuatro temperamentos y sus planetas:
Tonus protus - la flema y La luna.
Tonus deuterus - la bilis y Marte
Tonus trutus - la sangre y Júpiter
Tonus tetartus - la melancolía y Saturno.
En 1489 Marsilio Ficino se esfuerza por dar una explicación física de los efectos de la música arguyendo que las vibraciones de los sonidos suavizan y le otorgan sutileza al aire haciéndose análogo al Espíritu del universo, excitando y aumentando el espíritu que habita en el hombre.
En el año 1500 el Padre superior de Bruselas revivió el episodio bíblico de Saúl y David e hizo tañer varios instrumentos y recrear con diversos espectáculos al pintor Hugo Van Dergoes, de quien se decía padecía del mismo mal que Saúl, se encontraba inmerso en una profunda melancolía que le llevaba a pensar que estaba perdido y condenado a las penas del infierno, manifestando fuertes deseos de poner fin a su existencia.
Con los estudios realizados en las postrimerías del siglo XIX se habla del inicio de la Etapa científica del desarrollo de la musicoterapia. En 1880 varios médicos realizaron estudios sobre el efecto biológico de la música, destacándose las observaciones del fisiólogo Harler, quien señala que el redoble del tambor aumenta el flujo sanguíneo en una vena abierta, así como los estudios realizados por el fisiólogo francés Féré de la Salpêtrière al estudiar la influencia de la música en la capacidad de trabajo, señalando que los estímulos rítmicos pueden aumentar considerablemente el rendimiento corporal al igual que las piezas musicales ejecutadas en modo mayor.
Los modos musicales, incluidos los modos griegos referidos anteriormente, vienen dados por la posición de los semitonos en la escala musical, encontrándose el primer semitono entre el tercer y cuarto tono en la escala mayor –mi y fa en Do Mayor- y entre el segundo y tercer tono en la escala menor -re y mi bemol en Do menor- que resultan en la identificación de música “alegre” y música “triste” respectivamente.
En la primera mitad del siglo XX se destaca el trabajo realizado por el compositor y director Suizo Emile Jacques Dalcroze, considerado el precursor de la musicoterapia al desarrollar un sistema de enseñanza musical que consistía en crear, con ayuda del ritmo, una comunicación rápida y regular entre el cerebro y el resto del cuerpo, así como sentir la experiencia rítmica y física'.
Así mismo el compositor y pedagogo musical Carl Orff, célebre por su magnífica obra Carmina Burana, desarrolló para la enseñanza musical una metodología que lleva su nombre, la cual se basa en la exploración del movimiento corporal y el desarrollo de las habilidades percutivas con diversos instrumentos o con el propio cuerpo, estimulando la creatividad como fuente de placer y recreación que será la base para el establecimiento de una buena relación entre el paciente y el terapeuta, así como la autoestima y la confianza en las propias capacidades.
En 1919 se impartió la primera clase de musicoterapia en la Columbia University de Nueva York, a cargo de Margaret Anderton, en la que se capacitaba a los músicos para trabajar como terapeutas en los hospitales que atendían a los excombatientes de la primera guerra mundial que padecían de afecciones psíquicas y físicas.
A partir de entonces se empiezan a desarrollar diversos programas en múltiples universidades del mundo para formar musicoterapéutas, incluyendo Inglaterra, España, chile, Argentina, Brasil y por supuesto nuestro país, que en 1987 consolida la asociación colombiana de musicoterapia.
Esta disciplina se basa en el estudio de los elementos productores del sonido (la naturaleza, el cuerpo humano, los instrumentos, aparatos electrónicos...); los estímulos, en los que se distinguen el silencio, los sonidos musicales –ritmo (duración del sonido), melodía (sucesión de sonidos) y armonía (sonidos simultáneos que constituyen los acordes)-, las palabras los ruidos, los ultrasonidos, e incluso los sonidos internos del organismo tales como el latir del corazón, el estómago, y los intestinos.
También es de relevante importancia en el desarrollo de la terapia musical las consideraciones del recorrido de las vibraciones así como sus leyes físicas, los órganos receptores de los estímulos sonoros (audición, sistema de percepción interna, visión y tacto) la impresión y percepción en el sistema nervioso y su relación con el sistema endocrino (abundante secreción láctea en las madres que escuchan el llanto de su bebé) la repercusión psicobiológica y la respuesta (motora, sensitiva, orgánica de conducta, de comunicación a través del llanto, canto, danza o producción musical).
Respecto a los efectos biológicos del sonido y de la música sobre el ser humano se pueden describir los siguientes:
Según el Ritmo, incrementa o disminuye la energía muscular.
Acelera la respiración o altera su regularidad.
Produce un efecto marcado pero variable en el pulso, la presión sanguínea y la función endocrina.
Tiende a reducir o demorar la fatiga, y consecuentemente, incrementa el endurecimiento muscular.
Es capaz de provocar cambios en el metabolismo y en la biosíntesis de varios procesos enzimáticos. (Mediante determinados sonidos se puede inhibir en forma reversible la biosíntesis de las proteínas).
Así mismo se debe mencionar la importancia que en esta disciplina se le otorga a la psicología del sonido, considerando las condiciones particulares de cada individuo, su cultura particular, folclor, música predilecta, ambiente y cultura familiar, sonidos y melodías que causen molestias, reacciones ante estímulos no gratos e incluso, la exposición sonora a la cual se sometió durante el desarrollo embrionario y fetal. (Sonidos del medio externo, ambiente y vibraciones uterinas, respiración y pulso de la madre…)
Son relevantes las aplicaciones que ha encontrado la musicoterapia en la psiquiatría y psicología , al tratar a sujetos con estados de regresión profunda como la psicosis, así como individuos con problemas de psicomotricidad, comunicación y socialización.
Jenny Lorena Mejía Idárraga
Programa de Medicina
Facultad de Ciencias de la Salud
Universidad del Tolima
REFERENCIAS
BENZON Rolando, Manual de Musicoterapia, Ediciones Paidós Ibérica S.A., España, 1981.
http://www.facartes.unal.edu.co/musicoterapia/musico.htm
http://mundomusica.portalmundos.com/la-musicoterapia/
http://www.acledima.org/musicoterapia/brev_hist.htm
http://www.lamusicoterapia.com/historia-musicoterapia-mainmenu-134.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Musicoterapia